jueves, 6 de agosto de 2009

Paréntesis


Cuando él terminó de hablar, ella sólo dijo: "eres un cobarde".
Al oirlo, la miró directamente a los ojos. No eran los ojos que tantas veces había admirado o escudriñado o simplemente contemplado, como se contempla un pájaro de curioso plumaje. Esta vez eran distintos. No reflejaban odio, ni desprecio, sólo preocupación y una profunda calma. Eso le intranquilizó y le hizo pensar que algo había hecho mal.
Su opinión sobre lo reprochable de la conducta que había tenido, cayó sobre sí mismo como una losa. No estaba acostumbrado a que ella le juzgara con tal severidad y al margen de lo expresamente dicho, su mente empezó a trabajar buscando una razón para ese cambio.
Dejó aparcado el asunto de porqué había dicho "eres un cobarde". Era más importante ahora pensar en qué había ocurrido para que su actitud habitualmente complaciente, se hubiese tornado dura, tosca y despegada.
Siempre anduvieron evitando hacer un juicio moral de lo que ocurría entre ellos. Acordaron de manera tácita que se trataría sólo de un paréntesis que en nada afectaría al resto de sus vidas. Algo intenso que merecía ser vivido pero sin futuro. Como si esa fuera la condición para que todo estuviera en su sitio.
Balbuceó algo ininteligible. Las palabras adecuadas no acudíeron a su boca en un vano intento de ganar tiempo. No conseguía decir ni pensar algo coherente que le sacara de aquella situación tan incómoda por inesperada.
"Eres un cobarde" le había dicho.
Inmediatamente tuvo la certeza de que todo había terminado. No habría más aplazamientos ni más oportunidades.
A su mente se asomó el comentario que Amalia le había hecho en una ocasión: "tengamos o no otras cosas, tenemos al menos dignidad. Y la dignidad nunca hay que perderla". En aquel momento no pensó demasiado en la afirmación. Creía haberla entendido sin más. Ahora por alguna razón, esa conversación se le vino a la memoria y supo que no había tenido en cuenta esa especie de advertencia. No había cuidado su dignidad y la había perdido detrás de lo que en este instante se le antojaba un sucio callejón de placer anodino.

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