martes, 27 de julio de 2010

de menos, de más

Echar de menos no es como recordar a alguien.
Si recuerdas a alguien,
si a esa persona la mantienes en tu memoria
no desaparece,
aunque ya no esté físicamente,
sigue viva o presente en el recuerdo de alguien.
Echar de menos es necesitar la presencia de alguien.
Recuerdo a mi madre. Recuerdo a Luis... pero no los echo de menos.
Ella no está. Él se marchó lejos.
Recuerdo a demasiada gente

lunes, 26 de julio de 2010

Que reste-t-il?

"La caló" a algunos nos rebaja la vitalidad y nos sume en una especie de sopor melancólico. Debe ser por eso que me ha gustado oír esta vieja canción que me ha enviado una amiga.

lunes, 24 de mayo de 2010

dejó dicho...

“ULTIMAS VOLUNTADES”

Cuando yo me haya ido
que nada quede dicho:
ninguna idea fija,
ni un solo sofisma.

Pasad, por mí, la página
de mi agostada vida,
borrando los recuerdos
de las negras acciones.

Guardaros la memoria
de risas compañeras,
de la mutua ternura,
del afecto constante.

Sabed que mi interior
lo habitó siempre un niño
que jugaba a vivir
a que otro mundo fuera.

Siempre descolocado,
-algunas veces loco-
transité mis senderos
en la melancolía
sosegada y constante,
desde mis soledades
a vuestra alegre compaña.

Yo, que siempre jugaba
a enredar las palabras,
a ingeniarme las frases,
a decir Diego digo,
bien sabia que, en el fondo,
solo en la poesía
mataba mi tristeza
expresando mi alma.

Por ello hoy os lego
toda mi poesía
ya que en mi vida fuisteis
lo mejor para mi anima.
Junto a mí ideología,
mí cumplida utopía.





Partiré a no ser yo,
del casi nada al nada,
y tan solo llevaré,
tal vez,
la duda eterna
de no saber jamás
si en algo os he servido.

Más, al quemar mi cuerpo
(si es que tal cosa arde)
cuando mi espíritu ascienda
en fumata hacia el cielo,
gritad como creyentes:
¡tuvimos un amigo!

Que yo desde la altura,
antes de disolverme,
estropearé el ozono
a fin de que tengáis
una muerte segura.

¡Y pronto me veáis!

Manda Testamentaria
¡Que mis cenizas esparzan
en las costas gaditanas,
que sus mareas alcanzan
latitudes muy lejanas!

Quiero llenar las arenas
de las playas de corales
y entre restos de sirenas
colonizar otros mares.

¡Haced grandes bacanales
que ya se marcho el Cadenas!
En las espumas navales
enamorará sirenas.

jueves, 6 de mayo de 2010

¿quién dijo muerto?

¿Alguien dijo que el libro estaba muerto? Nada de eso, sólo hacía falta un ejercicio de marketing. Mirad que propuesta:
http://www.youtube.com/watch?v=iwPj0qgvfIs

lunes, 12 de abril de 2010

el diario de un loco

Un amigo lucentino al que en una noche de copas y conversaciones le sugerí que debía nombrar un biógrafo, me manda un texto a modo de fragmento de memorias que transcribiré literalmente como le prometí. Aunque no os diré quién es, seguro que los conocidos lo adivinaréis enseguida.

(Un sueño efímero o el diario de un loco)
Ya es jueves. Nunca le presté atención a ese dato histórico en el que estoy pensando en este momento: a los pocos días de explotarme el cerebro y el corazón, murió Franco, El Caudillo, El Generalísimo. Por eso, aquel -para muchos- esperado acontecimiento pasó a un segundo plano para mí. Aunque esté feo decirlo, supuso casi una fiesta para los varios millones de liberales de este país. Estábamos en aquella casa-pensión de la judería cuando la noticia bomba estalló y se corrió como un reguero de pólvora. Yo estaba ocupado en otros menesteres: absorto, confundido, perdido y asustado; presa en las terribles garras de aquel monstruo sombrío...
Recuerdo un susto que me dieron ese año en aquella casa. Fue un montaje perfecto, plausible. Arturo -mi compañero de habitación- fue el cómplice de aquel valenciano extraño y empollón que tenía alquilada la habitación de enfrente. Ese curioso e introvertido personaje con el que teníamos poco trato fue el auténtico artífice de aquella lúgubre y tenebrosa broma. Cualquiera se hubiese cagado.
La cuento:
Casi todas las noches nos subíamos (nosotros ocupábamos la planta baja) con la familia, a ver la tele. El valenciano siempre tardaba muy poco en bajarse a su habitación. Aquella noche -como todas- se largó mucho antes que nosotros. Luego lo hicimos Arturo y yo. Nos metimos cada uno en su cama, cerrada la puerta. Yo estaba estudiando -o mirando- unos folios, tendido, con mi cabeza apoyada en la almohada. De pronto, una mano se me puso encima, moviéndose por mi regazo. Miré a Arturo a mi derecha (un acto reflejo instintivo, pensando que era él). Lo vi muy lejos de mí, en su cama, con sus dos brazos y manos sosteniendo su lectura. Inmediatamente me entró un soponcio que me recorrió entero, un escalofrío desde la barriga hasta el cerebro, un gemido alargado, una congestión, un temblor; los folios volando, producto de la incapacidad y el descontrol locomotriz. Un "esto no puede ser, me he vuelto loco, que me coma el tigre..."
El cabrón del valenciano se había metido debajo de mi cama antes de llegar nosotros y, una vez yo tendido y relajado, había sacado su mano y me la había puesto encima. Fue ocurrente. Estaba un poco tocado aquel chaval...

De pronto me ha venido otra imagen de la niñez: un pavo sin cabeza, al que se la acababan de cortar, corrió pasando delante de mí como un loco, muchos metros, hasta salir por la puerta de la calle. Me quedé de una pieza; no lo podía creer. Era un fantasma decapitado, un truco de magia. Suele ocurrir...
Yo era un gran espadachín y me hacía el herido y el muerto mejor que nadie.
A propósito de espadachín, herido y muerto, voy a contar una anécdota que me sucedió en Madrid, en mi época de actor, haciendo de “extra” (figuración) para una serie de televisión.
Tal vez en otra vida, o en el intervalo entre vidas, yo pedí a la Providencia poder tener una existencia como ésta: sin la tensión de la guerra; sin frío; pudiendo dormir a cualquier hora en una gran cama; con abundancia de comida; sin tener que trabajar; sin problemas económicos; con una pantalla donde pudiese ver el desarrollo de la historia del hombre en todas sus facetas; la posibilidad de jugar al póker con regularidad; y facilidad para contactar con mujeres, incluso conquistarlas... Se me concedió... Entonces, ¿por qué tantas veces me he sentido desgraciado? Lo importante es que ahora respiro perfectamente y me relajo, aunque podría vivir mil veces mejor.
Estaba contando aquel pasaje de mi vida en el que ejercí de extra para aquella serie. Luego, cuando la pusieron, no vi ni un solo capítulo, no coincidió la cosa. "Réquiem por Granada" creo que se llamaba; con Manuel Banderas de protagonista (¿los hay peores?). No sé si era el actor principal, o uno de ellos, pero no me gustaba nada; aparte de que para mí que pierde aceite, como dice "Grijander". Huelo a un invertido a dos kilómetros. Respeto cualquier tendencia, pero hay algo que no digiero bien: los gays. Será que no los comprendo en absoluto, y de ahí ese rechazo. Por eso no hay nada en este mundo que odie más que ser confundido con uno de ellos por alguien que no me conozca bien.
Nos llamaron de una agencia para trabajar en la "guerra" de moros y cristianos. Una odisea para llegar al sitio donde se rodaba. Me vistieron de moro. Eso sí, la indumentaria era notable, sólo que mucho trapo y el calor era sofocante. Nos pusieron a pelear en una explanada por la carretera de Burgos... Vaya tela el adversario que me colocaron, en serio. El "cristiano" era totalmente lerdo: creo que era un poco retrasado. Los golpes con su espada sobre la mía (en forma de media luna) eran tan flojos, tan mal dados. De verdad, era sorprendente, digno de haberse tomado en vídeo. No había manera de que el capullo imprimiera ninguna contundencia en sus golpes. Un poco harto, acabé diciéndole:
-¡Clávamela ya!
Me hice el herido. Me arrastraba por el suelo. Todo eran parejas luchando, pero cada vez que pasaba por el lado de alguna en mi agonía, uno de los dos, los dos, ¡todos!, me clavaban sus espadas para rematarme; pero yo continuaba arrastrándome cada vez más de muerte herido. El director controlaba y dirigía (valga la redundancia) toda la escena de la batalla a lo lejos, dando sus consignas en forma de órdenes imperativas con un megáfono. De pronto se oyó a toda voz: "¡Muérete ya, cojones!" No me cupo la menor duda de que se dirigía a mí... Hijoputa.
Y no estuvimos casi horas, ni tragamos casi polvo por mil duros...
A lo lejos se veía a “la loba” haciendo de Boabdíl (el verdadero estuvo preso aquí en Lucena, en el castillo), tan limpito, tan arreglado, con su maravilloso caballo. Sin mojarse en absoluto, y seguro que cobrando un dineral.

viernes, 9 de abril de 2010

qué bien, nene

No os perdáis el vídeo de mi sobrino Pablo, porque realmente vale la pena escucharlo.

jueves, 14 de enero de 2010

Cadenas, picha...


Y se fue.
Sin hacer demasiado ruido.
Seguramente había previsto que nadie le dejaría marchar. Porque somos así, nos aferramos a una foto, una anecdota, un recuerdo, cualquier cosa que le impida desaparecer a la gente que nos gusta, a los que como él nos han querido. Afortunadamente se ha dejado querer, que los hay que son... ¡incapaces! que diría mi madre. Él no, quiero decir, él sí, no sé si me explico.
Decía (yo creo que se lo inventó)que su padre le enseñó que cuando se va a casa de un amigo, hay que llamar al timbre con el codo. Una tremenda muestra de su generosidad obsesiva. Sospecho que le gustaba más obsequiar que ser obsequiado. Salvo con los afectos.
Aún así su casa ha parecido siempre una especie de museo, atiborrada de regalos y recuerdos de amigos y conocidos, de lugares y de encuentros.
Ángela y yo nos preguntábamos hace unos días qué puñetas va a hacer su hija con tantísimo chisme.
Afortunadamente para nosotros, permanecerá mucho tiempo, siempre quizás, en nuestros recuerdos. Eso nos hará mejores.