martes, 6 de septiembre de 2011

mirar

Ya me sorprendió cuando visité Amsterdam. Ahora lo constato en Berlín. Las casas en el interior con cierta frecuencia no tienen cortinas, o visillos, alguna barrera que las aisle de las miradas extrañas. Es algo que no deja de llamarme la atención. Se me ocurre que pueda tener que ver con esa parte de acervo cultural que aun nos resta de nuestro pasado musulmán o más sencillo y por ello más probable, que soy un mirón, voyeur que es más tolerable. Pero me asomo a una ventana y se me van los ojos a curiosear en el vecindario. No me interesa tanto ver qué hacen como inventrme cualquier historia sobre las razones de porqué va a la cocina, si se ha levantado a por agua o si es que se trata de alguien sumamente nervioso que no puede parar ni un minuto sentado... o sentada.
Apagar la luz, cambiar de habitación, tumbarse, todo me parece interesante como inicio de una buena historia que... casi seguro, no me ayudará a conocer mejor a mi vecindario.