jueves, 18 de junio de 2009

El título

Mi abuela Teresa, que fue quien me crió de niño, aludía con frecuencia a la expresión "arremate mundi", para hacer referencia a lo extraordinario de cualquier asunto acontecido, o de alguna persona cuyo comportamiento se saliese de lo normal. Yo no he dejado de recordarlo y utilizarlo, hasta el punto de que es frecuente entre la gente más cercana a mi, su uso con el significado de "excepcional o inaudito".
Mi abuela, una mujer que enviudó en plena guerra civil, tras una larga y costosa enfermedad de mi abuelo Juan, a quien no conocí, se quedó ante el mundo con tres criaturas de entre cinco y nueve años. Inmediatamente se puso y los puso a trabajar. Ella y mi madre que no debía pasar de los siete años, sirviendo. Mis tíos: uno, el mayor, de cohetero (en la industria pirotécnica que diríamos hoy), el pequeño con un matarife, Celedonio, que debió apiadarse de la pobre mujer, porque no llego a comprender en qué podría serle de utilidad un niño con aquella edad.
No tengo noticia de qué tipo de educación debió recibir mi abuela en su Puente Genil natal. Sí se que era una mujer dispuesta, que sabía cortar y coser. Poseía una máquina de coser de hierro fundido que aún hoy conservo en mi casa en estado de uso. Y tenía una buena mano para la cocina, densa y compleja aún con materiales nada costosos, acostumbrada sin duda a penurias que no puedo imaginar. Y digamos que tenía cierto "estilito". No se si esa especie de caché se la dio su educación doméstica o la adquirió en sus tiempos de sirvienta de la burguesía olivarera lucentina, aunque esto último es poco probable, conociendo la cerrilidad de este colectivo, lógicamente con honrosas excepciones.
Debía parecerle que el arremate, el remate, era como una especie de colofón, el extremo por arriba de algo, lo más que se dice hoy. Y mundi un latinajo que vestía de culta la expresión y dotaba a la referencia a cosa o persona a la que se adjetivaba de una condición indiscutible. Un ejemplo: El señorito Antonio se ha hecho una casa en la calle del Agua que es el arremate mundi. Una vez dicho esto quedaba fuera de toda duda que la casa del señorito Antonio no tenía parangón.
Valga pues mi primera entrada, para recordar a mi abuela materna y a esta extraordinaria expresión.

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